Sus cuerpecillos, a ratos,
entre las hierbas naufragan.
mientras sus trenzas azotan
-Trompo prendido a la cuerda,
juguete de nuestra raza-.
las muchachitas serranas?
Van al papal de la finca,
donde el sendero se acaba.
que lleva a todas las niñas,
cargadas sobre la espalda.
Pequeña
odisea de dos hormigas.
Dos hormiguitas cruzan a nado
las aguas puras de un arroyuelo.
¡Cómo bracean desesperadas!
pero el camino queda muy lejos.
— ¡Basta! ¡No puedo seguir a flote!
Tengo calambres en todo el cuerpo,
dice llorando la más pequeña,
y se le quedan los miembros tiesos.
¡Ay que naufraga la pobrecilla,
mientras derrama perlas de viento!
mas, ¡oh prodigio!, baja un pato,
como llovido del mismo cielo.
Se mete al agua y al rato sale
con dos garrudos lunares negros.
¡Cómo se abrazan las hormiguitas,
con todo el gozo de estar viviendo!
Mas, como el pato de nuevo enfila
hacia la sierpe del arroyuelo,
ellas le quitan dos plumas blancas
y en paracaídas bajan al suelo.
Los peces rosados, juegan a la
mancha,
en el luminoso globo del acuario,
que es un embrujado mar en
miniatura,
con algas y rocas y un pequeño
barco.
Se acerca al acuario la señora gata
y enciende sus ojos lo mismo que
faros.
Maulla diciendo: —Yo soy la sirena,
tiburones míos, escuchen mi canto.
Y los pecesillos le sacan la lengua
y gritan y saltan igual que
muchachos.
Pero el más pequeño la invita muy
serio:
— señora sirena pase al océano.
La gata levanta la tapa del globo,
mientras se relame los bigotes
blancos.
En el agua fría mete la cabeza
y sus ojos lanzan terribles
relámpagos...
— Pase más adentro, señora sirena...
y de las orejas la van arrastrando
Felizmente el amo la alza por la
cola
y la pobrecilla huye dando saltos.
Y los peces siguen, como si tal
cosa,
jugando a la mancha dentro del acuario.
El pájaro
revolucionario.
Ordena el cerdo granjero:
“¡Fusilen a todo pájaro!“.
Y suelta por los trigales
su policía de gatos.
Al poco rato le traen
un pajarillo aterrado,
que aún tiene dentro del pico,
un grano que no ha tragado.
“¡Vas a morir, por ratero!”.
“¡Si soy un pájaro honrado,
de profesión carpintero,
que vivo de mi trabajo! “.
“ ¿Y por qué robas mi trigo?”.
“¡Lo cobro por mi salario,
que Ud. se negó pagarme,
y aún me debe muchos granos!,
y lo mismo está debiendo,
a los sapos hortelanos,
a mi compadre el hornero,
y al minero escarabajo,
a las abejas obreras,
y a todos los que ha estafado.
¡ Ud. hizo su riqueza,
robando a los proletarios! “.
“ ¡ Qué peligro ¡, ¡ Un socialista!.
¡ A fusilarlo en el acto!”.
“ Preparen, apunten..., ¡ fuego!”.
“ ¡Demonios, si hasta los pájaros
en la América Latina,
se hacen revolucionarios!”.
Contra la muerte y la
guerra,
blancas rondas de escolares
envuelven como collares
el globo azul de la tierra.
Son los chiquillos felices
que ignoran las
distinciones
de razas y religiones
de credos y de países.
Desprecian el fanatismo
de los hombres inhumanos
que matan a sus hermanos
en nombre del patriotismo.
Un coro de corazones
empapa todos los vientos
de risas y de canciones
de luces y sentimientos.
Y con un amor profundo,
los niños universales
en cadenas musicales
unen los pueblos del mundo.
¿por
qué usted camina con su escudo
y
deje que el mundo mire su belleza.
solo
usted me dice palabras tan tiernas.
porque,
como toda mujer, soy coqueta.
Pero
antes permita que me asee un poco,
mirando
el espejo del agua serena.
lo
llevaré al río a dar una vuelta.-
-Y usted es un rayo de luna que besa.-
lo
tira a las aguas y se da la vuelta.
- ¡Usted no me engaña, señor zalamero,
yo
no soy el cuervo de la fabuleja!...
Ya
que pretendía tan solo almorzarme,
¡ahora los peces a
usted se lo almuerzan!
El regio sol de los incas,
allá en los tiempos distantes,
convirtió a todas las ñustas
en vivas flores de sangre.
como un enjambre de estrellas,
que hoy ilumina el paisaje,
como un volcán de rubíes.
El
guanaco y la vicuña.
El viejo dios de la puna,
Hizo el símbolo del aire,
con unas líneas muy ágiles,
que cayeron de sus manos.
Y así, se formó el guanaco.
hizo un poema de curvas...
12.
con delantal y con trenzas
y su madre está en la puerta.
-Buenos días, mi pequeña...
- ¡Qué hambre traigo! ¿Qué almorzamos?
La hormiguita se arremanga
se va a
sentar a la mesa.
13.
EL CANTOR
DE LA RAZA NEGRA.
La orquesta
sinfónica de pájaros ofrecía su concierto de todas las tardes en el teatro
redondo del cielo, que estaba repleto de luces.
Un pájaro
rojo con el copete erizado y con trazas de director, dio la señal convenida y
todos los ejecutantes rompieron a tocar sus instrumentos.
Aquel
hermoso teatro por hermosas fuentes y jardines al natura. Nada de lo pintado
artificialmente
podía igualar la belleza de aquellos paisajes vivos.
- Necesito
un solista par el segundo acto- dijo el pájaro maestro, cuando la última
melodía se perdió en el atardecer.
- Quiero una
voz jamás oída y digan de recordarse por todas las generaciones de pájaros
músicos.
- Aquí estoy
yo! Dijo el canario y comenzó a trinar con toda la armonía de que era capaz.
Pero el maestro lo interrumpió:
- ya se sabe
que tu cantas bien pero eres demasiado conocido y yo preciso alguien nuevo.
- Pues
entonces yo seré el solista – dijo el jilguero y lanzó al aire sus gorgeos
mágicos pero el maestro también lo interrumpió:
- Tu eres
tan conocido como el canario.
- Yo cantare
- dijo el ruiseñor – Mi voz y mi figura se han lucido el los palacios de la
China de Egipto y del Japón, como lo prueban las historias que sobre mi se han
escrito. Mi linaje de artistas se pierde en la tradición y en los siglos...
- Y por lo
mismo no me sirves, porque eres más conocido que nadie
- Entonces
canto yo – dijo el tordo – pero su estampa y color hicieron reír a todos los
pájaros.
- Que
pretensiones, las de este negro insolente...! dijo el canario.
- Como es
posible que tú salvaje, ignorante pretendas rivalizar con nosotros que somos
los príncipes del arte? – le dijo el ruiseñor.
- De donde
saliste tú? Que antecedentes ilustres tienes? Quien te conoce en la sociedad de
los artistas? – dijo el jilguero.
- Este
pájaro viene de los bosques – explico el maestro – Su linaje es tan oscuro como
sus plumas. Pero un artista no vale por lo que fueron sus antepasados, sino por
lo que es el mismo. De manera que dejémoslo cantar.
- Y por
primera vez en la historia, se oyó el canto del tordo. El maestro lo escuchaba
con los ojos cerrados. Cuando terminó de cantar, lo abrazó con las alas y le
dijo emocionado:
- Tú serás
el solista Tienes la voz más armoniosa que he conocido...! Eres un digno cantor
de la raza negra.
- Y desde
aquella tarde el tordo inicio triunfalmente su carrera artística y llegó a ser
famoso en el mundo entero.
Era un
pájaro bellísimo, de color tan rojo que parecía una llamarada volando por el
aire.
Si se paraba en un alero, el dueño de la morada inmediatamente salía gritando:
—¡Auxilio!
¡Hay fuego en el techo de mi casa!... —Y al punto le arrojaban chorros de
agua,
con lo cual aquella llama viva se lanzaba otra vez al cielo.
Si se
paraba sobre un granero, los ratones se llevaban el susto más grande de su
vida.
—¡Sálvese
quien pueda! ¡Ha caído una brasa en el granero! ¡Pronto comenzará el
incendio!...
—Y escapaban despavoridos.
Una vez
se lo vio bajar hasta el borde del río, tocar el agua y levantarse de nuevo.
Entonces
se lo creyó una brasa encantada, pues tocaba el agua y no se apagaba, además
de
tener la virtud de volar.
Pero
aquel pájaro maravilloso no creía ni remotamente estar hecho de fuego y más
bien él
soñaba con parecerse a una flor, que él conceptuaba como la encarnación de la
belleza.
—Yo soy
la flor del aire. Mi tallo es tan largo como el hilo de un volador y me permite
ir
adonde quiero —decía alegremente.
Pero
los demás pájaros no creían en su tallo imaginario, además de que sus formas
no
tenían nada de común con la flor.
—¿Dónde
se ha visto una flor con pico? —decían.
—¿Y una
flor que cante?...
El pájaro
encendido escapaba entonces de tantos incrédulos y se daba a vagar,
ardiendo,
por los aires.
Un día
se dijo:
"Me
posaré sobre un árbol seco y lo alegraré con mis colores. Él sí creerá que soy
una
flor." Y se sentó sobre un ceibo partido por un rayo.
Allí,
rojo y vistoso, parecía una extraordinaria flor encarnada. Abrió las dos alas
radiantes
y las elevó a los cielos semejando entonces una flor bipétala.
Su
identidad era perfecta, pero le faltaba una cosa: el perfume. Se dejó caer
entonces
sobre
unas flores silvestres que crecían al pie del árbol y aleteó sobre ellas un
largo rato.
Cuando
se consideró suficientemente perfumado, voló de nuevo a la punta del ceibo y
adoptó
la posición anterior, mejorándola todavía, pues se paró sobre una sola patita,
que
semejaba
muy bien el tallo de una flor.
Estuvo
así muchas horas seguidas y empezó a sentir hambre. En esto se presentó una
mariposa,
dispuesta a libar la miel de la supuesta flor. El pájaro se la tragó en un
santiamén
y
volvió a quedar inmóvil.
—¿Qué
flor tan extraña es ésa, que se traga a nuestra hermana? —dijeron las demás
mariposas,
asombradas.
—Vamos
a averiguar lo que pasa. —Una tras otra volaron hacia el pájaro y
corrieron
la misma suerte.
Todos
los insectos se alarmaron ante aquella flor carnicera que se alimentaba de
mariposas,
pero el pájaro estaba radiante. Y después de saciar su apetito cogió a una
mariposa
azul y se la colocó al cuello de collar. Luego se puso a cantar alegremente,
olvidándose
de su oficio de flor.
—¡Pero
qué raro! ¡Es una flor musical! —dijo una avispa.
—No es
ella la que canta. Tiene un grillo en el corazón —contestó la libélula.
—Eso es
absurdo —dijo la langosta.
—¡Y qué
perfume tan exquisito!... —siguió diciendo la libélula.
—¡Y qué
color!... ¡Si parece un lucero!...
—Bueno,
esta flor se parece a muchas cosas. Iremos a examinarla... —dijeron las
avispas
desconfiadas.
Volaron
sobre "la flor" y la rodearon.
—Libaremos
su miel, que debe ser deliciosa...
Pero
apenas se acercó la primera avispa, el pájaro levantó el pico y ésta
retrocedió
asombrada.
—¡Vengan
todas! ¡No es una flor, sino un pájaro disfrazado!...
—¡Hay
que matarlo a flechazos! ¡Es un peligroso impostor!
Y las
avispas desenvainaron sus espadas y se lanzaron sobre el ave. En ese momento
el
ceibo se estremeció, como volviendo de otra vida, y habló así:
—¡Hermanas
avispas, no
sacrifiquen a esa
flor
bellísima!...
Las
atacantes pararon el
asalto y se
miraron
unas a otras, llenas de
sorpresa.
—¡El
árbol muerto ha
revivido! —
exclamaron
a coro.
—¡Y esa
flor extraordinaria
fue quien hizo el milagro de resucitarme! —confesó el ceibo viejo.
—¡Pero
si no es una flor sino un pájaro disfrazado!...
—Aunque
así sea. Él me revivió con una mentira piadosa. Al sentirlo en mis ramas
creía
que era una flor mía y me dije jubiloso: "Aún puedo florecer".
Entonces la vida
comenzó
a circular otra vez por mis gajos muertos. Y aquí me tienen nuevamente,
cubierto de
flores...
Y en
efecto, el ceibo repentinamente se había llenado de grandes flores rojas, tan
grandes
como el pájaro.
—¡Te
perdonamos todo por haber resucitado una vida con sólo una hermosa
mentira!
—dijeron entonces las avispas, guardando sus aguijones, y se dedicaron a libar
la miel
de las nuevas flores del ceibo.
15.
El desfile de los patitos.
Con paso de ganso
marciales y rígidos,
frente a la patilla
cruzan los patitos.
Llevan uniforme
color amarillo,
desfilan cantando
igual que escolinos.
Levantan las patas
con rápido ritmo,
al son de la banda
que tocan los grillos.
Como banderines
llevan en el pico
gajitos de flores
del huerto vecino.
Ordena la madre:
–¡Al agua patitos!–
Y todos de un salto
se lanzan al río.
16.
La nube y la niña.
Lloraba la niña
sobre la montaña.
¡Se llevó el cóndor
mi ovejita blanca!
Y una nube dulce
baja y a su lado,
y como una ovejita
se arrastra.
Ella la levanta
muriendo de gozo:
-¡Ovejita amada,
si has vuelto del cielo...!
¡Y todo su cuerpo
lo enjoya de lágrimas!
Y desde ese dia
la niña se pasa
derramando mimos
sobre la ovejita del alba,
sin imaginarse
que es sólo una nuba
que bajó para consolarla.